Roma, Italia
Xi Jinping será elegido mañana secretario general del Partido Comunista Chino, el escalaón anterior a la presidencia que ocuparía por tercera vez consecutiva. Para ello reformar la constitución, que lo habilita a ser reelegido una y otra vez sin límite. Por supuesto ése es prácticamente el único partido y Xi está convencida de que así debe ser. Desde su nacimiento pertenece a la elite que conduce el país, como su padre, que si bien fue encarcelado al igual que muchos otros funcionarios durante la salvaje Revolución Cultural, fue liberado y volvió a ser parte de la dirección del partido y el Estado. Los más viejos integrantes de la élite sintieron que es hijo de uno de ellos y que hicieron toda su carrera respetando las jerarquías propias del sistema, y por supuesto también llevaron a cabo purgas y enviaron a prisión a otros líderes que habían logrado cierta popularidad en las filas del partido, como es usual que hagan los jerarcas que llegan al poder.
Xi ha demostrado que no tiene dudas de la necesidad de que el partido sea la garantía de la estabilidad y el progreso de China sin que se produzcan alteraciones. Nada mejor que una burocracia disciplinada que alinee a todo un enorme país con etnias muy diversas y diferentes creencias religiosas que subsisten, con modos y hábitos que no se corresponden con la organización social que el partido debe imponer “por el bien del país”.
Los dirigentes están convencidos, y Xi más que ellos, de que las minorías deben adaptarse y para esto existen los campos de reeducación. Bajo ese tipo de conducción férrea de la economía china ha crecido vertiginosamente, aunque algunas cifras son exageradas y no pocos estudiosos creen que los funcionarios deben dar buenas noticias, sobre todo en relación a la industria. El producto bruto quizás esté algo inflado por el deseo de los funcionarios de mostrarse exitosos en las áreas semi privatizadas y en las grandes urbes, que crecieron con el desarrollo de industrias y servicios. Por eso cada tanto las sorpresas desagradables no pueden ser evitadas después de la vertiginosa transformación hacia el capitalismo de Estado.
Una muy deuda abultada
Hace dos años estalló la segunda empresa de construcción de viviendas con una deuda de más de 300.000 millones de dólares, alrededor de cinco veces la deuda argentina con el FMI, y comenzó a arrastrar a otras. El Estado debe intervenir para terminar los edificios en construcción, en los que había una cantidad importante de departamentos vendidos, y garantizar y refinanciar el pasivo.
Esa actividad era aparentemente exitosa y representa el treinta por ciento del empleo total. Las unidades se comienzan a pagar desde el pozo. El sistema posibilita que el Estado pueda informar que más del 75 por ciento (cifra récord en el mundo) de las familias que habitan en las zonas urbanas son propietarias. Los ahorros de los chinos son las sumas que van pagando por la adquisición de dichas viviendas.
Algo parecido ocurrió con las industrias tecnológicas, y se manifestó cuando -también hace dos años- las autoridades chinas impidieron que el brazo financiero del gigante Alibaba saliera a vender al mercado acciones por 34.000.000 de dólares. Fue un paso en falso que afectó y sigue incidiendo en todo el sector.
La política frente al Covid
El mayor problema se planteó a partir de la enérgica política de Jinping frente al Covid. Para evitar la propagación confinó a habitantes de edificios, barrios y ciudades enteras. Mantiene esa actitud que produjo una caída importante en el crecimiento de la economía y se agudiza por la crisis en el mercado internacional que reduce las exportaciones.
Será un mal año para un país acostumbrado a altas tasas de crecimiento. Hubo algunas pequeñas manifestaciones de descontento por los confinamientos y por la crisis de la construcción especialmente. Pero el régimen tiene un férreo control sobre los habitantes e inmediatamente después de que se pega un cartel, el mismo desaparece. Las escasas manifestaciones de protesta son reprimidas rápidamente y tienen mayor repercusión en el exterior que en la propia China. El disenso público no está permitido.
El envejecimiento de la población
Un error del pasado producto de la excesiva planificación promoverá bruscamente el envejecimiento de la población. Ello puede generar problemas, ya que durante muchos años los matrimonios pudieron tener solamente un hijo, es decir que en el mediano plazo va a ocurrir que por cada persona activa laboralmente habrá que cubrir los retiros o jubilaciones de 1.7 habitantes.
En muchos países europeos y en Japón la población ha envejecido gradualmente y pone en crisis las cajas de jubilación sin que haya habido la prohibición de tener dos hijos por matrimonio. Es predecible que lo decidido por Jinping sea una hipoteca para el país.
Hasta ahora no hay obstáculos para que Xi Jinping sea después de Mao el hombre que ejercerá el poder por más tiempo en China, en este comienzo de siglo cuando se ha reconocido que es nada menos que una de las dos súper potencias del mundo.
La política decidida en Pekín es naturalmente expansionista, como en todo país con pasado imperial, pero en la actualidad está expuesta a la necesidad de ganar mercados para colocar sus productos ya la vez aprovisionarse de alimentos y energía. Como EE UU y Europa son dos de sus principales compradores, se ha mantenido fríamente neutral ante la invasión rusa a Ucrania, a pesar de los pedidos de Putin que fue hasta China para entrevistarse con Xi Jinping. Pero la complejidad de la relación de China con el mundo merecería un análisis en otra nota.