En un foro realizado recientemente intervinieron dos expresidentes de México, Ernesto Zedillo Ponce de León y Felipe Calderón H.
Forma y fondo de su dialéctica nos mostró, que para ellos mismos resultaron magníficos, acertados en tal proceso histórico.
Con esa coraza nuestros exmandatarios no hacen análisis de su actuación, simplemente la ponderan. Se arropan con lo que creen fue bueno para ellos, hasta excelente, olvidándose de los tropezones o desatinos.
En México el examen de conciencia se deja para la beatería al ir a un confesionario. Tampoco, en los gobiernos, hay espacio para un autoanálisis de las acciones. El servidor público, en una República como la nuestra es libérrimo, perfecto en su pensar y obrar.
Por todo eso Zedillo y Calderón, en el evento referido, se autoincensaron al ponderar sus actuaciones, cuidando, cierto está, de no darle armas a su actual enemigo, o sea a Andrés Manuel que, es de imaginar, junto con sus asistentes aguardaba cualquier desliz de los disertantes.
A propósito de este episodio, vale la pena postular lo sano que sería para México que en el último informe de sus gobernantes, hombres o mujeres, se tuviera un apartado, no cansón y menos aburrido o cínico, en que se clarificara lo que al disertante le erró resultó o fue imposible cumplir.
Eso a los gobernados les permitiría conocer forma y fondo, o sea el perfil verdaderamente humano del gobernante, y mostraría realidades que el ciudadan@ común desconoce o no entiende.
Estoy seguro de que mi idea a no pocos causará risa, en tanto que a otras personas se les antojará mero ilusionismo.
Es cierto, estoy en los terrenos de la fantasia politico-administrativa. Comencemos por suponer que Gustavo Díaz Ordaz, antes de asumir la Primera Magistratura, no porque la ley se lo exigiera sino en razón de que él mismo luchaba contra su irascibilidad ¿habría mejorado su personalidad en el ejercicio del poder teniendo cerca a una psiquiatra?
Y para no irnos más lejos, si Echeverría al hacer corte de caja nos hubiera puesto al corriente de porqué acabó con los ingenios azucareros al bajar, de sopetón y sin consultar, el precio del azúcar y la leche a un precio oficial que no les salía ni a los productores.
López Portillo tiene tres tomos, unos libros denominados “Mis tiempos”. En ellos omitió el “fundamento” para gobernar los bancos. Fue un atraco en despoblado. En otro régimen no se los devolverían sino venderían otra vez a los particulares a un precio cuatro a uno del costo. O sea que el gobierno ganó de todas todas. Solo hubo un tache mayor: para el señor Espinosa Yglesias, a quien absurdamente marginaron como comprador. Fue fundador y dueño de Bancomer.
Don José les quedó a deber a los pobres. Con lágrimas en los ojos, antes de que le colocaran la Banda Presidencial les pidió perdón por la marginación de los miserables. ¿Y la Colina del Perro?
Miguel de la Madrid no pudo enderezar el barco y caímos en terrible recesión. Se perdieron casas, fincas y no únicamente bienes raíces. Su régimen fue con pena y sin gloria.
Zedillo nunca nos dijo porqué vendió a una empresa extranjera, en la que ahora trabaja, nuestros ferrocarriles. ¿También el Chepe?
Carlos Salinas nos salió carísimo por él y su hermano.
En esa dimensión del pésimo gobierno ocurre la alternancia. Un aldeano que gobernaba Guanajuato ganó ocupar la Silla del Águila.
Su régimen fue caótico, sin perfil definido. Con Elba Esther, la lideresa magisterial, Marta, la esposa del sancristobaleño, crearon con muchos millones de pesos la “Escuela para padres”. Gancho y temperatura para encauzar a Marta Sahagún al estrellato.
La actuación de Calderón entra en una nebulosa que solo deja ver la Estela de Luz y el avión que ni Obama tuvo. Millas de millones de pesos a la basura.
¿Cómo verían los mexicanos que los gobernantes, como sin querer queriendo, nos dijeran el porqué de muchos y costosos caprichos, que todos pagamos, en vez del progreso que necesitamos?

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