Una de las actividades favoritas de los retirados americanos, ya con tiempo disponible y jugosas pensiones a su haber en los bancos, es la de abordar cruceros sin importar su duración. Esta actividad les permite conocer otros entornos soñados, siendo el tránsito a través del Canal de Panamá su más selección popular.

Normalmente los cruces del Canal originan en la costa este de Estados Unidos, normalmente Miami y desembarcar en su costa oeste, en Los Angeles, California para aquellos de tramos cortos, Seattle, Washington para aquellos de tramos alargados, y viceversa, con duración entre 15 y 21 días.

Parte primordial del disfrute de los cruceros es su planificación. Normalmente se reservan con seis meses a un año de con antelación y se estudian, salvo inverosímiles excepciones, los puertos de escala para seleccionar las excursiones disponibles. La cereza al tope del pastel es si conoce alguna persona en el destino, sacándole el jugo a la estancia a diferencia de abordar el típico autobús de turismo atiborrado de obesos cruceristas.

“¡Toca, toca!” Repica mi celular, con aquel tono de los telefonos antiguos. El código (305) con antelación al número desconocido me indica que la llamada origina en el estado de Florida, destino más popular para jubilados en Estados Unidos ya aburridos de palear nieve. Del otro lado, una voz de antaño saluda con un “hola Jaime”. Se trata de Tony Trzeciak, compañero cadete en la academia militar hace casi medio siglo. “Mi esposa Mary y yo visitaremos Panamá pronto”.

El miércoles 23 de noviembre al final de la jornada atracó el crucero MS Oosterdam de la línea Holland America con capacidad para 1,964 pasajeros, en la terminal de cruceros de Amador. Como el acceso al puerto de cruceros está prohibido, coordinamos el punto de encuentro frente a la marina de Fuerte Amador el jueves en la mañana a las 9:00 am, donde Tony me comunicó les transportaría un autobús, a pesar de estar a muy corta distancia. Como era de esperar, el autobús se acercó a las 10:15 am sin mayor explicación por el retraso.

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Un raro bajareque de verano amenazó nuestra primera escalada en el casco antiguo, optando por recorrerle en automóvil. El resto de la jornada transcurrió sin páramos visitando los puntos claves de la ciudad intercalada por un suculento almuerzo en Parrillada Jimmy’s de San Francisco.


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La misma secuencia se repite el jueves pasado con otras amistades que se atracan en el crucero noruego felicidad, con capacidad para 4.004 pasajeros, más del doble del MS Oosterdam. Arribe nuevamente a la marina de Fuerte Amador un tris antes de las 9:00 am A las 10:15 am. coincidiendo con el mismo retraso de 45 minutos, en vez de advenir el autobús, me telefonea Yves Fontaine, notificándome que el transporte le ha llevado a Isla Perico, donde le recojo unos minutos más tarde.

Un inusitado tranque en la Cinta Costera, originando a la altura de la estatua de Balboaimpidió nuestro acceso al casco antiguo, procediendo a visitar otros puntos de interés capitalino. Posterior al almuerzo retornamos al Casco, nuevamente afrontando el embudo perimetral, enterándonos al acceso, que el retraso se debió a la cantidad de cruceristas visitando el área. Nuevamente, a pesar de la ausencia de chubascos, circulamos el Casco en automóvil, por la ausencia de espacios de estacionamiento. Si pretendemos incrementar las cifras de visitantes, sobre todo en el sector cruceros, urge una planificación coordinada para el tráfico entre la calzada de amador y el casco antiguo, alejando los múltiples ministerios y despachos públicos, que no tienen razón de estar en un área de alta demanda turística. Sobre este tema profundizará nuestra próxima entrega.

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