Cuando Syd Kitson recuerda el día que llegó el huracán ian a la costa suroeste de Florida, el miércoles 28 de septiembre, se habla de “una experiencia única”.

Estaba en su casa y ahí se quedó. Asegura que no fue una acción temeraria. Tomó esa decisión a conciencia, aunque vista la capacidad mortífera (al menos 120 difuntos) y destructiva (la factura sube a unos 100.000 millones), tal vez haya quien crea que actuó con osadía.

Parecía que su ciudad quedaría algo lejos del núcleo central. “Hasta que, sentado en el sofá, escuché al hombre del tiempo que decía que el huracán venía directo a Babcock Ranch”. Su hogar. “Resultó que nos hallabamos en uno de los peores lugares. De pronto llegó un viento con una velocidad sostenida de 100 millas por hora (160 kilómetros), con ráfagas superiores a las 150 millas (241 kilómetros), explica por teléfono.

“La gente comenta que era como el sonido de un tren de mercancías y es una buena descripción. Es como tener la sensación de que un tren de carga viene directo a tu domicilio, pero, en esta ocasión, la cosa se prolongó ocho horas”, matiza.

El puente que va de Fort Myers a Pine Island, Florida, se ve gravemente dañado tras el huracán Ian en Pine Island, Florida, el sábado 1 de octubre de 2022. Debido a los daños, solo se puede llegar a la isla por barco o aire.  (Foto AP/Gerald Herbert)

La isla de Sanibel quedó aislada por la destrucción del único puente (AP Photo/Gerald Herbert)

Gerardo Herbert

“Nos habíamos estado preparando para esto y, de hecho no perdimos la conexión eléctrica, nuestro sistema de canalización de agua abundante y sufrimos escasos daños. En un día recuperamos la normalidad. Diseñamos nuestra comunidad para afrontar súper tormentas como la del huracán ian ”, señala.

A su alrededor, la devastación era absoluta. Decenas de vidas perdidas, millones de vecinos sin luz. Muchos que se quedaron sin techo y arruinados ante el descubrimiento de que, pese a estar en la línea de ataque de los efectos del cambio climático, sus pólizas de seguros no ofrecen cobertura en circunstancia de daños por inundación.

La idea fue del promotor Syd Kitson, exjugador de fútbol americano, que soñaba con un lugar “natural”

Así que Babcock Ranch se ha convertido en la gran lección que ha dejado el calificado como el huracán más mortífero registrado en Florida desde 1935. Catalogada como una de las primeras ciudades en Estados Unidos abastecida totalmente por energía solar –dispone de 700.000 paneles “y ni uno solo fue arrancado”–, esta comunidad se edificó a conciencia a diez metros sobre el nivel del mar ya 40 kilómetros de la playa. Y sus servicios o el cableado se encuentran bajo tierra.

“Miramos los mapas desde principios del siglo XX para ver donde el agua fluía directamente a las vías naturales, de manera que, con una fuerte lluvia, no luchamos contra la madre naturaleza, sino que trabajamos con ella para drenar adecuadamente el terreno”, subraya Kitson, el fundador, de 64 años.


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La planificación arrancó en el 2015 y en el 2018 se entregaron viviendas. “Si bien no estamos en la costa, disfrutamos del edén”, añade este exjugador de fútbol americano, del equipo de los Green Bay Packers de Wisconsin, y economista que fundó una empresa inmobiliaria.

“Era mi sueño”, confiesa. En su día, al difundirse su idea, “muchos vieron una locura, decían que provenía de un ex jugador de fútbol que había recibido golpes en la cabeza”, bromea Michael Grunwald, periodista y autor de libros como El pantano sobre la destrucción y el intento de restauración de los Everglades.

El residente Mike Kelley navega por las calles inundadas en el vecindario de Mullet Lake, el miércoles 5 de octubre de 2022, en Ginebra, Florida, mientras las inundaciones del lago Harney y el río St. Johns continúan aumentando luego de los niveles históricos de lluvia del huracán Ian la semana pasada. .  (Joe Burbank/Orlando Sentinel)

Hubo lugares en que había que viajar en barca porque las calles eran ríos(Joe Burbank/Orlando Sentinel)

joe burbank

“Babcock Ranch, sin embargo, es el ejemplo perfecto. Muestra que hay maneras para construir y poner a personas en una porción del paraíso de forma segura”, sostiene.

tras el ian Grunwald publicó en El Atlántico un articulo con el elocuente titulo de Por qué la fantasía de Florida resiste la realidad . Analiza que Cape Coral, en primera línea del Golfo de México y zona cero de la reciente mega tormenta, es un microcosmos de los peores impulsos de este estado: vender casas en un área propensa a inundaciones, que los ciudadanos continúan deseando.

La devastación de la tormenta hace que surjan voces sobre la posibilidad de recolocar comunidades

“La gente sigue viniendo a este paraíso insostenible porque es un paraíso”, replica por teléfono a la cuestión que plantea su artículo. “Cape Coral fue edificado por estafadores e intrigantes que dijeron todo tipo de mentiras escandalosas sobre esta ciénaga habitable, que promocionaron como una propiedad de primera”, remarca.

“Pero al final las mentiras se hace realidad y las personas disfrutan de vivir bajo el sol, pagando bajos impuestos e ignorando las consecuencias de este desarrollo. Florida no es más sostenible, pero se llenó más de residentes porque es un sueño muy seductor”, matiza.

Cerca de tres millones de estadounidenses, de jubilados a jóvenes, sobre todo del este y del medio oeste, se mudaron a este estado en la última década, una cifra asombrosa, a pesar del incremento de catástrofes.

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Los estragos del huracán Ian en Saint James City, (AP Photo/Gerald Herbert)

Gerald Herbert / AP

“No pensamos en las desventajas de estas localizaciones, simplemente pensamos que son lugares maravillosos”, responde Rob Moore, analistas del Natural Resources Defense Council. Hay más, apostilla: desconocimiento. “En muchos estados, como Florida, no se requiere que el comprador reciba información del historial de inundaciones de una propiedad o de los gastos por reparaciones. Es una transacción injusta. Como no les explican nada, se tiende a creer que no existe el riesgo. Si se les detallara, se lo pensarían dos veces”, afirma.

Y las autoridades tampoco están por la labor. A falta de impuestos, las arcas locales ingresan dinero a partir de los gravámenes a la propiedad.

“Acostumbramos a tener una memoria muy corta”, apunta Moore respecto a si los ciudadanos olvidaran y regresarán a esos territorios peligrosos.

Florida no exige que el comprador reciba datos sobre el historial de inundaciones de una propiedad

Y es que, frente a esta nueva calamidad, incluso han surgido voces que sugieren la recolocación de comunidades. “Existe la necesidad de plantear esta opción, pero esa decisión se ha de basar en un informe de riesgos e incentivada de forma apropiada”, incide vía correo electrónico Auroop Gangly, profesor de Ingeniera Civil y Medio Ambiente de la Universidad Northeastern.

“Hemos de estar abiertos a la posibilidad de que construir o reconstruir en ciertas áreas, aunque sean propiedades de gran valor inmobiliario, puede que ya no se justifique debido al peligro asociado”, reitera.

Tercia en este debate Grunnwald. Para él “no es realista” pensar que desplazar a los 200.000 residentes en el entorno de Cape Coral. “Es más que obvio que no vamos a abandonar el sur de Florida, lo que se ha de hacer es construir mejor y más sostenible, en zonas más altas y seguras”, aclara.


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Dos millones y medio de residentes en la costa oeste de Florida se encontraron bajo la orden de evacuación por el impacto del huracán Ian, que tocó tierra en esa zona (Cayo Costa) la tarde del miércoles.  Atrás había dejado sin electricidad a toda la isla de Cuba, donde se dio por muertas a al menos dos personas.  Fuente: AFP https://www.lavanguardia.com/natural/20220928/8546786/huracan-ian-sube-categoria-4-dirige-florida-vientos-catastroficos-pmv.html#foto-3

Lo que lleva de regreso a Babcok Ranch. “Fue aterrador como el infierno, la casa temblaba”, rememora Mark Wilkerson, que en el 2018 se convirtió en uno de los primeros cien habitantes de esta ciudad, que hoy tiene 2.500 viviendas.

Se mudó desde Illinois a este lugar en que todo está a distancia de bicicleta. “La casa temblaba y la tormenta se movía muy despacio”, prosigue.

Wilkeson y su esposa Rhonda se cansaron del frío la nieve, el hielo y buscaron el calor de Florida. “Casi compramos una casa al norte de Tampa, en el golfo. En esas que llegó el huracán Irma y nos convenció, no queríamos estar en la costa”, señala.

En medio de la tragedia, este enclave no perdio el suministro electrico ni de agua

“Durante la tormenta, abrí la puerta del garaje y vi algo que no había visto jamás”, recuerda. Pensó que perderían el techo de su hogar pero resistió.

Rancho Babcock limitado.

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