No creo ser la única que ha mirado con recelo algunas propuestas de “cambio” anunciadas por el nuevo gobierno. Y, sin duda, el desprecio por las Eps expresó mil veces por Carolina Corcho, ministra de Salud, me pone al borde de un ataque de nervios.

Antes de seguir, dejo constancia de que no soy experta y no conozco los intríngulis que pueden existir en este entramado, así que hablo como usuaria de un sistema de amores y desencantos que, si bien no considero perfecto y me ha sacado chispas muchas veces , también tengo millones de razones para agradecerle.

Dice la ministra que las Eps no funcionan a pesar de tener una alta cobertura (99,6 %, aproximadamente) porque la gente no tiene acceso a ellas. Que hay que acabar con los mecanismos contributivo (en el que la gente paga por el servicio) y subsidiado (donde la gente lo recibe gratis), y cambiarlo por un sistema “único y público” que serán impuestos pagados por el gobierno vía. Se le olvida que este sistema es el que tenía el antiguo Instituto del Seguro Social, Iss, que fracasó porque no era tan bueno y el Estado no tenía plata para sostenerlo. Dice que los administradores privados son corruptos, como si los públicos estuvieran libres de culpa ¡ja!

En este gobierno dicen muchas cosas que despues desdicen. Y no sé en cuántos de estas afirmaciones la ministra tenga la razón, pero si yo fuera ella me dedicaría a corregir las falencias en vez de hacer borrón y cuenta nueva. Por ejemplo: mejorar la regulación legal y los mecanismos de control sobre las Eps para que no hagan, cada una por su lado, lo que se les dé la gana. Que los principios de atención al usuario sean iguales para todas. Abolir esa costumbre tan elitista de los centros hospitalarios de reservarse el derecho de admisión de un paciente dependiendo de la Eps que tenga. Que la prioridad en la atención del paciente no depende de su capacidad económica. Que las Eps no limiten el acceso a los servicios ni pongan trabas administrativas. Que en la espera de las autorizaciones para un procedimiento, el paciente no muera sin que se lo hayan hecho. Desterrar las filas desde las tres de la mañana para ver si alcanza un ficho a las siete (¡eso no es justo y no es humano a estas alturas de la vida!). Invertir en una modernización tecnológica que permita agilizar los trámites. Que ningún hospital agonice esperando el pago de las Eps. Que los médicos no sigan siendo el eslabón más débil de la cadena. Que el privilegio de algunos no signifique el infierno de otros.

¿Será muy difícil? I don’t know. Pero creo que en el empeño de acabar con el sistema de salud para inventar uno nuevo a la carrera, corremos el riesgo de quedar como un corcho dando vueltas en un remolino.

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