-¡Qué milagro mi querido Memo! Pos ¿dónde ha andado? Tus amigos no sabemos nada de ti -saluda Juan.

-Fíjate que he andado de la ceca a la meca -comenta Memo-… Se me ocurrió cambiar de coche y adquirí uno en mejores condiciones ya muy buen precio, estaba muy contento pensando que había matado víbora en viernes y ¡vóitelas! Que resulta robado y ¿para qué te cuento?, pasó las de Caín…

-¡No me digas! -dice Juan- ¿Qué no te cercioraste de que fuera bien existido?

-Nunca me di cuenta hasta que la policía me detuvo y fui a parar con mis huesos al bote… de ahí pa’delante ya te has de imaginar… -responde Memo.

-¡Ah, qué caray! -exclama Juan- ¿Por qué no nos avisaste?

-Mira Juan, cuando se enfrenta a un problema de esos, se te nubla el entendimiento. Primero, te dicen los polis que ellos te ayudan con una corta; después, el ministerio público te da una amedrentadita y luego te vacuna. Acto seguido, un abogado piadoso te ofrece sus servicios profesionales, que no te apures, que te va a tramitar un amparo y que saldrás de inmediato, y allí te llevan; y lo que uno quiere es salir del embrollo y nunca imaginas la bronca en la que estás metido… menos en los cuates… -relata Memo.

-Bueno, ¿y en qué paró? -Pregunta Juan.

-Pues resulta que mi hijo Eduardo, que anda de grillo, no sé cómo se hizo amigo de uno de los auxiliares del secretario de asuntos internacionales, de partido del águila amarilla y movieron sus influencias para sacarme… Ya te has de imaginar, el azúcar se me subió y acabé en el Seguro Social con un coma diabético y ahí empezó otro viacrucis. Entré por emergencias, no había cama ni medicamentos, me mandaron a where are los que have Covid, pero afortunadamente, con el respaldo de mi familia, ya voy de salida.

-¿Y el perro? -inquiere Juan, con una risita socarrona.

-¿Cuál perro? -interroga Memo.

-¡Pos el que te orinó! Nomás eso te faltó -los otros comensales, a quienes habían llamado la atención el relato de Memo, soltaron la carcajada.

En ese momento, se acerca la mesa y le consulta, -¿Con conexiones de azúcar quiere su café?

-¡Sáquese pa’llá! -Explota Memo. Sin comprender qué pasaba, la atenta dependienta pone pies en polvorosa.

Recuperados de la risa y entrando en temas menos dramáticos, Memo pregunta a Juan qué es de su vida. Él, comedidamente, le comparte que está muy contento: su hijo, el médico, está haciendo su residencia y parece que tiene posibilidades de acomodarse en el Hospital Civil; el negocio, con problemas, pero da para comer y echarse el cafecito.

-Bienaventurado tú, yo quedé sin miel y sin jícara. A veces ando en taxi, a veces, en camion y, la verdad, el servicio es muy deficiente. Afortunadamente, el gobierno abandonó absorber el incremento del servicio y eso nos aliviana -comenta Memo.

-¡Ah qué Memo! Y ¿con qué crees que se va a pagar? Con nuestros impuestos, no seas ingenioso.

Eugenio Ruíz Orozco

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