El dinero no crece en los árboles. Es el mantra que repite una y otra vez esos padres de adolescente manirroto, siempre buscando cómo hacerse con el último modelo de móvil o descargarse extras para su videojuego favorito. Si el mensaje cala, lo más probable es que se busque algún trabajo de verano o de fin de semana para costearse todos esos caprichos. Con sus primeros dineros en el bolsillo, llegarán las dudas sobre si gastarlo todo en salir con los amigos, comprarse esas zapatillas de precio sonrojante, o ahorrar para comprarse una moto. O para costearse un curso de alemán porque no descarta irse a vivir a Berlín.

Él no lo sabe, pero será su primera decisión financiera importante y la primera vez que tenga en cuenta el concepto de ahorro. No será la última. Toda nuestra vida es un ciclo continuo de ganar y gastar, pero el sentido común nos dice que no hay que perder de vista un tercer pilar imprescindible: el ahorro. Ganar y meterlo en la hucha (o en la entidad de ahorro que hayamos elegido) puede parecer frustrante, pero es ese dinero ahorrado lo que nos va a permitir llevar a cabo acciones poderosas, desde irnos de vacaciones a costarnos un máster. También lo que nos puede sacar de un apuro si vienen mal dadas y hace falta tener un sustento financiero. O lo que marcará la diferencia entre llegar a ancianos y vivir solo de la pensión que nos quede o complementarla – ahora sí – con aquello que hayamos ido ahorrando a lo largo de nuestra vida, más los intereses.

Cuanto antes, mejor

¿Podrías haber vivido sin esas sandalias ideales que fueron amor a primera vista y que luego solo te pusiste dos veces porque te destrozaron los pies? ¿Y sin sintonizar tanto el coche? A lo largo de nuestra vida, sobre todo de jóvenes, tendemos a gastar sin miramientos. No haber aún hijos, tenemos una salud de roble y la jubilación se nos antoja como un horizonte difuso en un futuro lejano. Sin ese aluvión de gastos extra que vendrán en las próximas décadas, es el momento adecuado para dar un empujón económico a tu jubilación. Puedes dejar una parte como ahorro para imprevistos o para gastos a corto plazo, y aportar otra parte de tus ingresos a un plan para disfrutar de más dinero cuando te jubiles.

Hay dos razones capitales para invertir en la jubilación antes incluso de que salgan las primeras cañas. De entrada, nunca es tarde para empezar a ahorrar y qué mejor que empezar con las primeras nóminas. Mucho más sin aún no te has emancipado de casa de tus padres o no te atrae la idea de comprarte un coche de alta gama y puedes destinar un dinero a tus gastos corrientes (comer, la cuota del gimnasio, el móvil…), otro poco al ahorro (vacaciones, festivales…) y reservar una tercera parte para cuando sea mayor. La segunda razón es para empezar tan pronto es que invertir con tanta antelación tiene premio. Y ese premio se conoce en el argot financiero como interés compuesto.

¿Qué es eso del interés compuesto?

Como las inversiones para la jubilación cuentan con un plazo más que generoso, las reglas del juego son distintas a las del interés simple que obtenemos con unos ahorros que podemos sacar en un plazo más corto de tiempo. Como va para largo, explican desde la Fundación MAPFRE, los beneficios anuales se reinvierten para que sigan generando más intereses año a año. Para nosotros, mientras que el interés simple (el habitual en las cuentas a plazo fijo o en los fondos de inversión) se calcula siempre sobre la misma cantidad invertida y nunca genera nuevos intereses, en el compuesto los intereses se suman al capital invertido.

Por poner un ejemplo fácil de visualizar, una inversión de 1.000 euros al 10% da 100 euros de intereses al cabo de año. Con un interés simple, el segundo año se toman como base de cálculo de nuevo los 1.000 euros iniciales. El 31 de diciembre tendremos 1.200 euros. Con un interés compuesto, el segundo año no se tomarán solo los 1.000 euros como referencia, sino 1.100. En Nochevieja habrá 1.210 euros. Y en diez años, esos 1.000 euros iniciales serían 2.593,71 euros. Cuantas más nocheviejas pasen antes de la jubilación, más dinero ahorrado habrá. Incluso sin hacer nuevas aportaciones (con los años, los gastos también aumentar entre hipoteca, estudios de los niños, gastos médicos, vacaciones familiares…), el dinero invertido en la más tierna juventud sigue aumentando intereses y creciendo.

Invertir hoy para disfrutar mañana

Hay diferentes productos para invertir de cara a la jubilación. Los más populares son los planes de pensiones. Son contratos privados con fondos de pensiones gestionados por empresas independientes al que se van haciendo aportaciones hasta el día de la jubilación. No pueden liquidarse jubilación salvo, muerte, invalidez o situación de dependencia. A cambio, cuentan con importantes bonificaciones fiscales.

Otra forma de ahorrar de cara a la son jubilación los seguros de vida-ahorro. Dentro de este grupo están los Planes de Previsión Asegurados (PPA) y los Planes de Previsión Asegurados (PIAS). Los PPA son seguros de vida destinados a acumular un capital que se percibe en el momento de la contingencia establecida en el contrato. Se liberan con la jubilación, invalidez, dependencia o muerte. Ofrecen un tipo de interés garantizado y son perfectos para ahorradores conservadores o cercanos a la edad de la jubilación que no quieren asumir riesgos.

Otra forma de ahorrar de cara a la son jubilación los seguros de vida-ahorro

En los PIAS se van pagando primas periódicas para constituir una renta vitalicia, que podrá percibirse a partir de una edad señalada en el contrato. A diferencia de los PPA, puede comenzar a percibirse una vez que hayan transcurrido diez años desde la primera aportación. Hasta que eso no suceda, no hay que pagar impuestos. Son tres modelos de inversión en el futuro que se adaptan a cada situación y ganas de riesgo, pero siempre con el objetivo de llegar a mayores con un buen colchón económico.


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